Aunque es precioso volver a Skyrim, el juego peca de lo mismo que en su lanzamiento, el aspecto gráfico se queda algo atrás para el momento en el que vivimos. Como es obvio, el cambio gráfico respecto a 2011 es muy notable y podremos quedarnos horas y horas embobados delante de la pantalla, pero no llega a ser un título que destaque por su aspecto visual en cuánto a motor gráfico. Realmente es algo entendible en un juego de estas características, al ser un mundo tan extenso es complicado mantener un nivel excepcional gráfico a buen rendimiento. Aunque lo más importante del título es su trama, por lo que como es obvio, que no mantenga el mejor nivel de la actual generación de consolas no empaña en absoluto la experiencia jugable.

En lo que respecta al sonido, sigue siendo insuperable, tanto la banda sonora como los diálogos, que ahora estarán mucho más pulidos.

Como hemos mencionado, Skyrim - The Special Edition, incluye los tres dlc's que Bethesda lanzó al mercado en su día; Dragonborn, Heartfire y Dawnguard. 

Estos dlc's nos permiten disfrutar de más horas de juego y muchas más opciones jugables; Dragonborn, nos brindará la oportunidad de visitar las maravillosas tierras de Morrowind, un mapa visitado en la laureada tercera entrega de la saga. Por su parte, Heartfire nos permitirá comprar terrenos y adornas nuestra casa gracias a una gran cantidad de opciones. Para acabar, Dawnguard, traerá nuevas localizaciones y misiones de facción según el bando que elijamos (el gremio de los vampiros o la ancestral orden de la Guardia del Alba). 

Pero esto no es todo, Bethesda, ha decidido incluír en las versiones de consola el soporte para mods, algo que dota al juego de más horas de diversión e incluso de mejores experiencias visuales.